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Un poco de divulgación filosófica e histórica. Un poco de escritura creativa. En instagram @artemisharmonia
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Las 7 vidas de un gato
"La curiosidad mató al gato", y en efecto, el gato no sabía cuántas veces encontraría a la muerte, una vez que ya estuvo muerto.
Un día, alguien muy curioso se dirigió a un culto evangélico, luego de haber mantenido conversaciones con personas en las que creía confiar. Su único propósito, era descifrar aquello que llamaban "Dios".
Esta persona, quedó bastante confundida al ver la parafernalia que expresaban aquellos que estaban en medio de aquel estruendo de cuestiones irracionales.
También vale decir, que la misma persona padecía de una condición que no le permitía ver bien ante situaciones definidas, o más bien, donde la manipulación y el engaño eran las armas para obtener beneficios.
No había debate alguno en su mente, simplemente confiaba o no, y no podía relacionar en este caso la desconfianza a algo ligado a la esencia divina de un "Dios".
Se relacionó con algunas personas, con quienes se comunicó en lo que en aquel entonces era una incipiente tecnología en desarrollo, una comunicación a través de chats y mensajes por correo de una lista de personas en su conjunto.
De alguna forma, estas personas se encargaron de averiguar lo que la persona había hecho en su vida, clasificandola y catalogandola de mala persona, de acuerdo a las mismas concepciones que proclamaba la iglesia de su "Dios".
Se planteó una limpieza, un exorcismo, por parte de uno de los miembros. La persona, continuó confiando, y en silencio a sus parientes, accedió ante aquella necesidad de ser un nuevo ser humano limpio y puro.
Se concertó una cita, la limpieza debía ser en un lugar privado. El individuo, que se hacía llamar "pastor", había estado en el culto de la iglesia mencionada, y a los ojos de la persona, no representaba un peligro aparente. Dicho pastor, sugirió que por la calidad del ritual, debían ingresar en un hotel, durante breves minutos, para llevar acabo el "exorcismo".
Al ingresar, la persona comenzó a dudar, ya que el individuo parecía conocer a quien atendía en la entrada del mencionado hotel, a quien saludó. La persona supuso que le conocía de la misma iglesia. También se le había pedido previamente que llevara consigo sus joyas, de oro específicamente, ya que no podía mantenerlas consigo, ya que eran algo "sucio" y de "bajas energías" que no gustaba a "Dios" ni a los ángeles ni arcángeles. La persona, obediente, llevó consigo sus prendas, ya que deseaba más que todo conocer a Dios, y confiaba en la presencia de ángeles y arcángeles, según le habían enseñado en su hogar.
El individuo, al recibir las prendas, sacó una botella de vino del interior de su camisa, y dijo a la persona que debía beber, la persona, finalmente había perdido la confianza, en aquel individuo. El hombre la obligó a beber, una, dos, tres veces, haciendo supuestas oraciones, hasta que creyó que la persona se encontraba finalmente imposibilitada de defenderse.
El individuo abrió la puerta del baño, extrajo su miembro, y orinó frente a la persona, quien ya con un nudo en la garganta, intentó abrir la puerta y salir. Hubo forcejeos, hasta que el individuo la tiró en la cama, al tiempo que le decía que era una puta, y que si ella creía que se salvaría o se creía inocente de aquello cuanto estaba pasando era mentira. El individuo aseguró que nadie le creería, mientras la persona, una mujer bella, de aspecto bien presentado, cabello muy largo, y uñas postizas, aún virgen para entonces, intentaba quitarse de encima y gritaba inútilmente pidiendo ayuda, a quienes trabajaban en aquel lugar.
No había respuesta. El hombre afirmaba con una seguridad abismal que nadie vendría en su ayuda. Sus razones tendría. Intentole pues besarla a la fuerza, y la mujer, asqueada de aquello, le mordió en el labio hasta hacerle sangrar.
El hombre, maldiciendo, la amenazó diciéndole que lo pagaría muy caro, y que haberle mordido no había más que hecho que ella se contagiara de VIH. La mujer, terriblemente atemorizada, gritaba despavorida y enfurecida golpeando la pared. Hasta que finalmente alguien abrió la puerta, y ella logró salir corriendo, y en mitad de la calle, tomó un taxi a quien pidió piedad, para que le llevara a su casa, pues había sido robada y ultrajada.
Los efectos de aquella bebida no se hicieron esperar, la mujer se revolcaba, vomitaba y sus nervios estaban claramente desbordados frente a lo que le había sucedido. Toda la familia acudió al lugar, hasta que finalmente y luego de contar una y otra vez la historia, y de sentir que nadie le creía, fue llevada a un centro de atención, en donde le administraron medicamento para los nervios, e hicieron examen de comprobación de que todo se encontrara bien. Posteriormente, remitieron a la mujer junto a su familia, a la policía. Aquella noche tomaron la denuncia, pero debía acudir nuevamente, temprano al día siguiente, para el examen de comprobación.
Luego de ser interrogada, por la policía, y ser examinada en sus partes íntimas fue remitida a una prueba de descarte de VIH, dando negativo. La mujer pudo volver a casa, y decidió ir a donde más segura se sentía.
Estando allí, entró en un estado de silencio profundo y rotundo, del que se sabía incapaz de salir. Un familiar preguntó si requería ayuda, a lo que ella respondió que sí.
Pasaron muchos meses en los que asistía a terapia, estuvo bajo una medicación profunda la cual fue disminuyendo, hasta que se sintió nuevamente fuerte y con capacidad de volver a trabajar.
Al retomar las comunicaciones por las nuevas tecnologías, comenzó a recibir mensajes de amenaza, de las mismas personas de las que había sido víctima. Una y otra vez había mensajes de amenaza de muerte, insultos, entre otras circunstancias de hostigamiento a través de las redes. Cuando se hizo seguimiento del caso, la mujer manifestó lo que ocurría, pero finalmente la sugerencia fue que continuara en contacto para poder atrapar a los individuos. Aquello no fue posible, la mujer no era tan fuerte como para lidiar con aquella situación. Lo habló con su terapeuta, pero tampoco sentía que estuviera avanzando, así que un día abandonó la terapia.
Pasó el tiempo, muchas experiencias vivió aquella mujer, quien no se atrevía a contar sino tan solo a sus más allegados sobre las situaciones que le había tocado vivir.
Hubo un tiempo, que, por alguna razón, aquella mujer experimentó nuevamente aquello, pero ya se sabía mucho más madura, mucho más adulta, y muy capaz de hacer visible lo que le ocurría, de hablar cuando se sentía vulnerada, de expresar sus miedos sin temor a ser tachada o excluida. Cuando comenzó a sentir aquello, reconoció la necesidad de las terapias, las cuales intermitentes, ahora parecían dar frutos, luego de un período.
Hubo un tiempo, en que aquella mujer había dejado la oscuridad del terror que le provocaba la "presencia" de alguien que le acechaba, y no permitiría que su espacio fuese nuevamente ensuciado con aquello que le había atormentado por tanto tiempo. Hubo un tiempo en el que callar, ya no era una opción de ninguna manera, porque ese tipo de silencio era un espacio vacío en el que anidaban los más profundos miedos, aquellos que ningún ser humano digno merece experimentar. Y también, hubo un tiempo en el que comprendió, que, para ser bueno, no es necesaria la presencia de "Dios" en la vida, y que los mayores misterios sólo se encuentran allí, donde nuestra mente no es capaz de ir en busca de la verdad que ellos esconden.
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